Palabrerías y otros poemas inéditos

ALEJANDRO FONSECA

Palabrerías

 

Consiste en el exceso de basura

que justamente repartida

engorda apetito de la sombra

extravío que aplaude el fervor

de sentencias y barajas:

excelente precio para enfermos

gracias a los terapeutas

que siembran chatarra:

franquicia, libertades del silencio

o palabrerías para el fondo

de una boca que confunde

y devora el espacio: escapa

hacia regiones extremas

donde respiran los culpables.

 

Pedestre

 

Recordatorias

pudieran eliminar estancias

y otras minucias de adolescente:

pueblos del alquitrán, un tren lento,

vacas por el cielo irrumpiendo.

Clandestino el ladrón todavía escapa

entre perros hacia manglares.

Playas y limites, basura que inunda

Viento que introdujo deploraciones,

arboledas sin tiempo, un rastro de humo,

epifanía, desván para los difuntos.

Ninguna cruzada se ha detenido:

en el último minuto que pende

cualquiera historia pudiera ajustarse.

El aliento de rezar quizás nos ofrezca

la obsesión que sosiega, el aguacero

paisaje gratuito que asfixia.

El haitiano de cien años recordable

afilaba sus ojos hacia golpes del sueño.

Bueyes, ladridos y visitantes, alimaña

También se unían a la demora circular.

Los campos descriptibles ya no existen.

Música del cuerpo

 

Se aumenta cicatriz

en la cabeza del ciudadano

que abriga deseos:

canciones y alabanzas

para el cuerpo que examina

y trascribe funeral que espera

en la oscuridad de la memoria

otras leyes del mercado:

única bodega cerrándose

donde poder suicidarse.

No es el mar claudicación

sino lujuria de los que reman

entre bandadas de azufre.

El verano humedece manicomios.

El visitante disfruta masturbación.

Sobre la arena el sol empobrece la piel.

Cualquier fauno desconoce

Nomenclatura de un pueblo

Cuando suele festejar sin armonía.

La familia esconde Pentateuco

disfruta la costumbre

de torcer con música el cuerpo.

Cada persona un hábito de locura:

Tatuaje en el abismo de los mapas

una tregua del oportuno

para nombrar miniaturas.

Las cajas de la noche transpiran

gracias al encanto de sobajear monedas.

Las aves, los satélites alcanzan el cielo.

El olfato de los lobos todavía nos persigue.

 

Argucia del ciudadano

 

Por todas partes crece deterioro.

No se ha podido traducir la duda.

En medio de canes que negocian,

maniáticos diestros en resistir

regalan avenencia noticiosa.

El hacinamiento no regresa a la claridad.

Sus corales y epítetos conforman

una resonancia de gallos ingeniosos

que han ido escondiendo madrugadas.

Enmarcados entre la bazofia ciudadana

es persistente el perfume de Ítaca.

Un día cualquiera pudiera azuzar canes

con la argucia del paisano

que ha sabido malversar

en el agujero donde hubo trincheras.

La perspicacia, definiciones de la curia

le tienden murallas a la pereza de los árboles.

Si mueres por aquellos lares

pondrían palmeras en tus manos.

 

Retrato de enfrente

(viajes)

Paramo frente al mar,

en su fondo un perro vigila.

El tedio enloquece:

geometría de la piedra

no transpira ante el paso

repetido de bestias

punzando sobre la piel.

Paramo, su inclemencia

podría regresarnos a ergástulas,

a otras estancias sobre la piedra

donde solo establece ceremonias:

vitrales y jaurías y cornisas

que precisan adjetivos de la miseria.

Cualquier hendidura abriría

trastornos de la memoria

donde el ojo fustiga

y resguarda reminiscencias:

mago que confunde barajas,

un rojo convocando pederastia,

sentencias que no pueden borrarse

de la casa que abandonamos.

Entre espejos que no existen

los cadáveres pudieran disentir:

se cuelgan viñetas y dictadores,

embriaguez para maquillar difuntos.

Largamente los maniquíes

en sus cajas no han podido respirar.

Entre el bullicio de tabiques

una razonable conspiración

divide flaqueza del omnisciente:

estamos equilibrando el miedo.

El vapor del monje apura sus navajas.

Se escancia aguardiente en habitaciones.

Eliseo Diego calmándose en la Provincia.

Usaremos el sonido de su barco

para aliviar suburbios: insultos

para un cuerpo que desobedece.

Junto al exergo de las monedas

estarán los pormenores del suicida.

Estos poemas inéditos, de un libro inconcluso de Alejandro Fonseca, se recogieron en la antología póstuma El cielo no ha cambiado (Ediciones Holguin, 2016)


Alejandro Fonseca (Holguín, 1954- Miami,2015). Poeta. Su obra fue incluida en diversas e importantes antologías y selecciones, así como en revistas literarias. Publicó los libros de poesía: Bajo un cielo tan amplio (Premio de la Ciudad, Holguín, 1986), Testigo de los días (Premio Adelaida del Mármol, 1988), Juegos preferidos (Premio de la Ciudad, Holguín, 1992), Ínsula del cosmos (Miami, 2006), De un tiempo deslumbrado, (Editorial Silueta, 2011) y Golpe en la sombra (Eriginal Books LLC, 2014), entre otros.  

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